Monday, October 02, 2006

Buen comienzo, mal final (Segunda parte)

103. En esa época habían solamente cuatro o cinco secciones de cachimbos. Claro que cada una de ellas tenía por lo menos 100 alumnos. A mi me tocó la sección 103 que recibía clases en el aula del mismo número del pabellón de Estudios Generales Letras. Un aula enorme. como otras dos aulas similares que habían junto a ella.
El primer día que entre a tremenda aula me senté al final. No conocía a nadie. Veía claramente como se iban formando los primeros grupos: los de la pre, los de la Trilce, los de otras academias que habían logrado que sus alumnos ingresaran.
Yo estudié en una academia en los que solamente conocía a los postulantes de mi aula, creo que no pasaban de 20. Y de ese grupo ingresaron solamente 2: una chica alta y con pinta de intelectual (cuyo nombre recuerdo bien), y yo. Recuerdo haberla saludado ese primer día. Ella iba al aula 102. Nunca más crucé palabra con ella. Y eso que nos encontramos varias veces por los pasillos. Creo que ahora es mi colega.
Por ello, estaba solo, en una de las últimas bancas. Pero de pronto apareció un pata con cara de perdido, tan pelado como yo, y que me hizo el habla sin previo aviso. Quería estudiar Economía y su fuerte eran las matemáticas. Me tranquilizó un poco que haya sido otro el que hablara conmigo, yo estaba tan palteado que me hubiera quedado callado. Excluido.
Ese pata conocía a otros dos de su academia. Me los presentó. Así poco a poco tuve mi propia "mancha". Trinchera 103 le llegamos a decir porque la mayoría eran hinchas de la U. Habían algunos aliancistas y un par de celestes creo. Pero mayoría manda y ese fue el nombre que quedó.
Emilio, te pasaste. Gracias a tí el comienzo no fue tan catastrófico como fue el final.

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Luego que salí, me di cuenta que no era el único a quien le estaba pasando ese tipo de cosas. Sin darme cuenta, habìa vivido dentro de un entorno intrigante y conflictivo. Cuando uno ve ese edificio se le vienen a la mente otras cosas mejores: investigación, reflexión, excelencia académica, tradición. Pero, como en toda obra humana, también están presentes otras cosas que no dan ningún orgullo.
Yo buscaba ser auténtico. Pero acabé sepultado por quienes creen que no es bueno serlo. Que es mejor construirse una pantalla llena de medallas, ceremonias y reverencias. En la que cada título, grado, cátedra, publicación o distinción cuente más solamente porque hace mas largo el currículum o la presentación que se hace de uno mismo cuando va dar una charla o una conferencia.
Hay excepciones, lo sé. Hay gente tan auténtica como yo. Los tengo presentes siempre. Pero la regla es otra y ellos también son conscientes de eso.
Por eso acabé perdiendo. Quise ser amigo de alguien (si pues, no de la mejor manera, pero no con mala intención), quien acabó convirtiéndose en mi verdugo. No quiero culparlo. Actuó tan impulsivamente como yo he actuado varias veces. Pero, definitivamente, si culpo a quienes le hicieron caso de esa manera. ¿Desde cuándo en el templo del debido proceso, se procesa, juzga y condena a alguien en un solo día y sin opción a defensa razonable? Y encima con una condena "extra": el nefasto vicio del teléfono malogrado, cuya primera llamada ellos mismos debieron hacer...
Quizá hasta me hicieron un favor: me ahorraron la molestia de guardar las apariencias solamente para mantener los cánones establecidos, el statu quo.
Pero, ¿por qué diablos se prefiere una imagen alambicada frente a la realidad imperfecta? ¿por qué ese culto ceremonioso a quienes se tiene temor reverencial? ¿por qué hay vacas sagradas? ¿por qué uno no puede decir las cosas con franqueza sin el temor a que le digan automáticamente que le estan faltando el respecto o que le estan ofendiendo?
Por eso no quiero regresar. Para serles franco, los protagonistas de todo esto seguirán allá años y años. Y yo no quiero darles el disgusto de que me vean. No quiero amargarles el día.
¿Qué como sé esto? Un mes despúes del final, tuve que pasar cerca de allí. No pude evitarlo. Mientras caminaba, la ví salir con un ramo de flores. Algo había celebrado o iba a celebrar. La salude cortésmente, conteniendo la rabia. Ella apenas dijo algo. Pero la expresión que puso cuando me vio era como para que las flores se marchitaran. Y así fue.