Wednesday, September 13, 2006

Érase un hombre de marrón vestido

Por diversas circunstancias de la vida, que algunos ya saben y otros todavía no, he conocido a muchas personas vinculadas a las actividad de seguridad privada. Sí, me refiero a quienes muchos llaman "guachimanes", "marrones" o cosas peores, y que yo prefiero llamarlos "agentes de vigilancia particular" o AVPs, porque esa es su denominación oficial y (al igual que todos nosotros) merecen consideración y respecto.
He conocido todo tipo de AVPs. Algunos inclusive son mis amigos hasta el sol de hoy (como diría Don Omar, aunque hoy el sol no está por ningún lado), otros nunca lo fueron o creí que lo eran...
Debo confesar que muchas veces he preferido conversar o intercambiar ideas con ellos que con ciertos compañeros de estudio o de trabajo, quienes siempre me han maleteado por ello, creyendo que por el hecho de ser abogado y tener un cartón en la vida no podía "rebajarme" a su nivel. Tremenda estupidez, por cierto.
Hoy hablaré de un AVP en particular, a quien sigo considerando mi amigo, a pesar que se encuentra muy lejos de aquí. Este pata fue un muy buen alumno en su colegio, por lo que en algún momento pensó que iba a estudiar Medicina. Sin embargo, como suele suceder, la calle, los patas y la juerga se metieron a su vida tanto que él mismo decidió presentarse como voluntario a la Marina. Allí, su carácter se volvió más recio y duro, pero no perdió la inteligencia y agudeza de su niñez.
Al salir de su servicio militar, este pata tuvo que asumir gran parte del peso de su familia: madre y hermanos menores. Hacía tiempo que su padre ya no formaba parte de esta historia y sus hermanos mayores ya tenían sus propias familias.
Nunca volvió a estudiar. Chambeó haciendo de todo, hasta que acabó como AVP.
Así lo conocí. Era todo un loco, de hecho así le decían todos. Tenía varias actitudes que reflejaban su locura, como irse trotando desde su jato (SJL) hasta su chamba (Jesús María) y regresarse igual si podía, curar una resaca haciendo ejercicios en lugar de jatear, tomar trago corto puro a vaso lleno, leer textos literarios o científicos para ver después películas de acción con Van Damme o Steven Seagal a la cabeza, en fin.
Pero siempre se ha portado como un loco bueno y buen pata (a pesar que por cierto malentendido etílico no me habló en dos meses y casi me busca la bronca). Siempre estaba dispuesto a aconsejarme y a levantarme la moral cuando andaba bajoneado, cosa que me pasa a cada rato.
Hace casi un año me dijo que, siguiendo la idea de algunos de sus compañeros, se iba a ir a Irak a chambear, para tener más billete con que contribuir a su familia. Yo le aconsejé que no lo hiciera, parecía muy arriesgado. Como se pueden imaginar, agarró sus cosas, siguió un cursito de dos semanas y se fué.
Sigue allá. Su contrato termina en un mes, pero quiere quedarse otro año más. Cada vez que me lo encuentro por messenger o las pocas veces que me ha llamado le pregunto por su situación, si todo lo que se dice por acá es verdad o no. Nunca me ma respondido eso, prefiere hablarme de otras cosas, creo que la empresa que lo contrató lo chuponea o algo así.
Lo que sí he notado es una cierta tristeza en sus palabras (escritas o habladas), algo que no deja de preocuparme. El loco es un pata recio que no le tiene miedo a nada, pero todos tenemos un límite. Ojalá que no haya llegado a su límite.
Sin embargo, no es necesario irse a Irak para sentir una fuerte presión y estar "al borde". Soy el primero en saberlo. Lo triste es que en medio de tu vida cotidiana, en donde supuestamente deberías sentirte seguro porque es terreno conocido, por dentro te sientas como un forastero, con ganas de salir de ahi y de quitarte ese gran peso que te oprime la conciencia. ¿Qué es lo más irónico de todo eso? Que quienes físicamente están cerca de ti no se dan (o no se quieren dar) cuenta de tu situación. Quizá alguien que esté más lejos te pueda ayudar más.
Se supone que el loco vendrá unos días de vacaciones antes de fin de año. Espero que sea así. Lo estoy esperando con una chata de ron que compartiré con gusto. Hay muchas cosas que debo contarle.

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