Saturday, January 15, 2011

Hola de nuevo

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí aquí. Y ya es hora de volverlo a hacer.
El barco a la deriva volverá a navegar por aquí. Prepárense...

Wednesday, February 27, 2008

Un retorno, un abanderado y el amigo Huamanchagua

Hola de nuevo. ¿Mucho tiempo sin escribir, no?
Este minúsculo blog tenía como propósito inicial servir como bitácora de algunos pasajes de mi turbulenta vida. Tenía mucho por contar. Pero mi chamba y mis propias paltas particulares me impidieron escribir tan seguido como hubiera quierido.
Sin embargo, hay dos personas a quienes debo el hecho que, ahora si, volveré a escribir con frecuencia.
El primero es mi promoción de colegio Edgar Medina Bravo, quien ahora está en España. Medina siempre me ha alentado a volver a "tomar el timón" de este blog, pensando sobre todo en los recuerdos que podía tener de mi breve paso por el Colegio Nacional de Varones - CNV Surquillo en el año 1992 (año en el que mi promoción fue abanderado de la escolta, por cierto). De los pocos post que pude llegar a colgarhasta ahora, las referencias a mi colegio han sido muchas.
La segunda persona a quien debo agradecer es a don Miguel Ángel Huamanchagua Paucar, ex- alumno del CNV Surquillo, promoción 1985. No tengo el gusto de conocerlo, pero hoy luego de mucho tiempo a él se le ocurrió comentar uno de mis escasos post (El Efecto Baquerizo), y lo ha hecho con tal sencillez y emoción, que no he podido resistir a la tentación de escribir esto.
Bueno, aquí me tienen de vuelta. Ojo que este blog seguirá tratando de las cosas que me han pasado en diversas épocas, más allá del colegio, pero no puedo negar que el CNV Surquillo representa para mí una etapa formidable, llena de momentos bacanes, que dudo mucho que se pueda repetir. Pero, no se preocupen, se está construyendo una página web del CNV, que estará dedicada exclusivamente a mi alma mater escolar.
Por lo pronto, gracias promo (seguiremos en contacto por msn), gracias amigo Huamanchagua (por cierto, si lees esto, dame tus coordenadas para invitarte un par de chelas por tu comentario).
Y a navegar de nuevo se ha dicho.

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Saturday, May 19, 2007

Hacer Néctar del árbol(ito) caído

Uno de mis primeros amigos en la Administración Pública fue Eduardo Pezo. Lo conocí en la Defensoría del Pueblo, cuando eramos parte de un grupo de secigristas (léase, practicantes) que debíamos estar allá durante todo el año 2000. Un grupo bacán sin duda, sobre todo porque veníamos de universidades y realidades diferentes entre sí.

Con Eduardo fui, por vez primera, al Bar Queirolo del Centro de Lima, en la esquina de Camaná con Quilca. Nunca imaginé la cantidad de veces que regresaría allí ni las largas noches bohemias que viviría en aquella calle. Eso fue en marzo de 2000, apenas mes y medio después que lo conocí.

Trago corto de por medio, pude conocer mejor a mi pata, cajamarquino por excelencia. Un pata sencillo y atento, con la franqueza que en mi querido país solo parecen tener los provincianos.
No sé por que trago íbamos cuando se me ocurrió preguntarle cuál era su canción favorita. Yo ya le había dicho que la mia era Todo tiene su final de Héctor Lavoe (saquen su línea pues). El me respondió:

- El arbolito, pues.
- ¿El arbolito? ¿Creo que es del grupo Néctar? ¿Y por qué? - le dije.
- No lo sé, pero me vacila.
- Ah ya, ¿y la puedes cantar?
- No sé... jajajaja
- A ver, a ver,... cómo era... "aquel arbolito"
- "aquel arbolito donde estan escritos tu nombre y el mío" jajaja
- Si pues, no. ¿Y a quien se la cantas, eh?
- ... (silencio).
- Ya pues, a partir de ahora cada vez que escuche esa canción, te joderé para que la cantes. Salud, pues compadre.

Y asi seguimos tomando hasta que al final nos perdimos de vista... pero eso es otra historia.
Y, claro, cada vez que escuchaba la canción, me acordaba de mi pata, aunque dejamos de chambear juntos en enero de 2001. Yo continué mi camino sinuoso en la Administración Pública y el se ha quedado en la Defensoría, haciendo carrera. Casado y con un hijo a quien todavía no conozco (ya habrá ocasión compadre), Eduardo se ha mantenido igual de sencillo y bacán como la canción del arbolito.

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Años despúes, sobre todo gracias a mis hermanos norteños de pura cepa (leáse, los AVPs Maco y Mío, sobre los cuales hablaré en otro post), le he agarrado camote a la cumbia norteña: Armonía 10, Grupo 5, Caribeños y un largo etcétera. Ahora, junto a la salsa brava de antaño y algo de un inesperado e infiltrado reggaetón, la cumbia ocupa un lugar importante en mis caletazas preferencias musicales. Pero todo comenzó con Eduardo y El arbolito.

Por eso, cuando supe de la tragedia del grupo Néctar, me sentí particularmente mal. Terrible forma de morir. Y si no fuera porque mi actual chamba me obliga a guardar ciertas formalidades (a veces exageradas), me habría conseguido un CD de Néctar y lo hubiera escuchado a todo volumen en mi computadora. Palabra que sí.

El dolor es grande, pero hay un consuelo: Lo que vive en los corazones y la memoria de la gente, nunca muere en realidad.

Salud, Eduardo. Salud, grupo Néctar. Hasta siempre.

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Este post representa mi retorno al mundo bloggero despúes de 7 meses. Como siempre, la chamba tuvo la culpa de esto. Pero ahi seguiremos, viendo como pilotear este barco que todavía sigue muy a la deriva.

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Monday, October 02, 2006

Buen comienzo, mal final (Segunda parte)

103. En esa época habían solamente cuatro o cinco secciones de cachimbos. Claro que cada una de ellas tenía por lo menos 100 alumnos. A mi me tocó la sección 103 que recibía clases en el aula del mismo número del pabellón de Estudios Generales Letras. Un aula enorme. como otras dos aulas similares que habían junto a ella.
El primer día que entre a tremenda aula me senté al final. No conocía a nadie. Veía claramente como se iban formando los primeros grupos: los de la pre, los de la Trilce, los de otras academias que habían logrado que sus alumnos ingresaran.
Yo estudié en una academia en los que solamente conocía a los postulantes de mi aula, creo que no pasaban de 20. Y de ese grupo ingresaron solamente 2: una chica alta y con pinta de intelectual (cuyo nombre recuerdo bien), y yo. Recuerdo haberla saludado ese primer día. Ella iba al aula 102. Nunca más crucé palabra con ella. Y eso que nos encontramos varias veces por los pasillos. Creo que ahora es mi colega.
Por ello, estaba solo, en una de las últimas bancas. Pero de pronto apareció un pata con cara de perdido, tan pelado como yo, y que me hizo el habla sin previo aviso. Quería estudiar Economía y su fuerte eran las matemáticas. Me tranquilizó un poco que haya sido otro el que hablara conmigo, yo estaba tan palteado que me hubiera quedado callado. Excluido.
Ese pata conocía a otros dos de su academia. Me los presentó. Así poco a poco tuve mi propia "mancha". Trinchera 103 le llegamos a decir porque la mayoría eran hinchas de la U. Habían algunos aliancistas y un par de celestes creo. Pero mayoría manda y ese fue el nombre que quedó.
Emilio, te pasaste. Gracias a tí el comienzo no fue tan catastrófico como fue el final.

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Luego que salí, me di cuenta que no era el único a quien le estaba pasando ese tipo de cosas. Sin darme cuenta, habìa vivido dentro de un entorno intrigante y conflictivo. Cuando uno ve ese edificio se le vienen a la mente otras cosas mejores: investigación, reflexión, excelencia académica, tradición. Pero, como en toda obra humana, también están presentes otras cosas que no dan ningún orgullo.
Yo buscaba ser auténtico. Pero acabé sepultado por quienes creen que no es bueno serlo. Que es mejor construirse una pantalla llena de medallas, ceremonias y reverencias. En la que cada título, grado, cátedra, publicación o distinción cuente más solamente porque hace mas largo el currículum o la presentación que se hace de uno mismo cuando va dar una charla o una conferencia.
Hay excepciones, lo sé. Hay gente tan auténtica como yo. Los tengo presentes siempre. Pero la regla es otra y ellos también son conscientes de eso.
Por eso acabé perdiendo. Quise ser amigo de alguien (si pues, no de la mejor manera, pero no con mala intención), quien acabó convirtiéndose en mi verdugo. No quiero culparlo. Actuó tan impulsivamente como yo he actuado varias veces. Pero, definitivamente, si culpo a quienes le hicieron caso de esa manera. ¿Desde cuándo en el templo del debido proceso, se procesa, juzga y condena a alguien en un solo día y sin opción a defensa razonable? Y encima con una condena "extra": el nefasto vicio del teléfono malogrado, cuya primera llamada ellos mismos debieron hacer...
Quizá hasta me hicieron un favor: me ahorraron la molestia de guardar las apariencias solamente para mantener los cánones establecidos, el statu quo.
Pero, ¿por qué diablos se prefiere una imagen alambicada frente a la realidad imperfecta? ¿por qué ese culto ceremonioso a quienes se tiene temor reverencial? ¿por qué hay vacas sagradas? ¿por qué uno no puede decir las cosas con franqueza sin el temor a que le digan automáticamente que le estan faltando el respecto o que le estan ofendiendo?
Por eso no quiero regresar. Para serles franco, los protagonistas de todo esto seguirán allá años y años. Y yo no quiero darles el disgusto de que me vean. No quiero amargarles el día.
¿Qué como sé esto? Un mes despúes del final, tuve que pasar cerca de allí. No pude evitarlo. Mientras caminaba, la ví salir con un ramo de flores. Algo había celebrado o iba a celebrar. La salude cortésmente, conteniendo la rabia. Ella apenas dijo algo. Pero la expresión que puso cuando me vio era como para que las flores se marchitaran. Y así fue.

Wednesday, September 27, 2006

El efecto Borrero

Hoy es noticia un hecho que curiosamente refleja una situación en la que he estado antes varias veces, por eso es el tema de este post. Y, considerando lo que conté antes sobre mi pata Baquerizo, bien puedo derivar un nuevo "efecto" a partir de este caso.
Como ustedes saben, la periodista Karina Borrero ha sido despedida de TV Perú (¿qué, ya nadie se acuerda que durante el primer gobierno aprista el canal estatal tuvo el mismo nombre?), por haber declarado ayer que no estaba dispuesta a trabajar para un canal "sobón" y no entendía el porqué cortaban algunas transmisiones para dar paso a eventos presidenciales, etc., etc.
Mi intención no es tratar el fondo del tema, esto es, decir si el benemétito canal 7 es así o asá, si está mejor o peor que antes, en fin. Mejor los invito a que prendan su tele, lo sintonizen en ese canal, miren un rato y saquen sus propias conclusiones.
Lo que quiero rescatar es el hecho en si: ¿Es válido cuestionar con crudeza algo o alguien a lo cual, en principio debe ser uno leal? (ya sea por razones laborales, sentimentales, amicales, gremiales...).
La pregunta la hago porque acabo de chequear el foro de opinión que el Diario "El Comercio" ha abierto sobre el tema y he encontrado dos posiciones contrarias respecto al caso de K. Borrero:

a) es una injusticia porque no le han permitido expresar su opinión.
b) está bien porque ha actuado con deslealtad y ha "mordido la mano que le daba de comer" (como dicen por ahí).

Les soy franco, solamente esperaba encontrar respuestas en uno de los dos sentidos (adivinen cuál). Pero nuestra querida opinión pública virtual me ha vuelto a sorprender.
¿Ustedes que piensan? Ojo que este caso puede replicarse en muchos escenarios (algunos de los cuales ya viví, como he dicho antes): el alumno o profesor universitario que quiere cuestionar el lado negativo de su universidad, el hijo que advierte una posición intransigente de sus padres, el enamorado que está insatisfecho con el carácter de su pareja, y un larguísimo etcétera. En todos y cada uno de estos casos se presenta el mismo dilema: ¿digo lo que pienso o me lo reservo en aras de mi lealtad?
Quienes me conocen saben que lo que más bronca me da es la traición. Es decir, lo opuesto a ser leal. Pero ser leal no quiere decir ser ciego frente a los errores o problemas que puede tener el objeto de tu lealtad. Total, somos seres humanos, y podemos actuar mal, muy mal.
Entonces, luego de la traición, lo que me revienta más es la intolerancia. Toda persona o institución humana debe tener el suficiente criterio para aceptar todo tipo de críticas, no sólo aquellas que les lanzen otros, sino particularmente las que vengan desde dentro.
Evidentemente hay una condición: la crítica no puede ser "en caliente", como una reacción a algo que no nos gustó. Si le pedimos el suficiente criterio a otros para aceptar las críticas o cuestionamientos, debemos tener el mismo criterio para saberlas hacer. Reciprocidad, que le dicen. Esto aplica para todo ámbito, dsde la casa hasta tu chamba.
Desde aquí, las gracias a Karina Borrero por su insospechada colaboración con este blog. Y, claro, ya la veremos muy pronto otra vez por la tele, ¿no?

Saturday, September 23, 2006

Flashback

Acabo de decirle a alguien que hay un momento del día de hoy que creo recordaré por siempre. Esta madrugada he regresado a mi casa desde San Isidro en medio de un frio de la patada. Suelo circular de noche por la ciudad y no recuerdo que haya sentido tanto frío como hoy. Al menos no en Lima.
Quizá haya sido algo psicológico, pero tengo fija en mi cabeza la imagen de mí mismo chapando un taxi tiritando de frio y luego congelándome en dicho taxi.
No sé a ustedes, pero hay ciertos momentos en mi vida que han quedado tan grabados en mi memoria que puedo vivirlos (o sufrirlos) de nuevo hasta ahora. A veces a propósito, otras veces sin quererlo. Solamente voy a mencionar 10:

1. Cuando era chiquito (1 o 2 años) y me caí de la batea donde me estaban bañando. El problema que la batea estaba sobre una mesa. No sé como no me pasó nada grave, pero recuerdo que mi madre apareció rápido. Es el recuerdo más antiguo que tengo, a propósito.
2. Cuando a los 4 o 5 años abri la refri y dejé caer por accidente una enorme jarra de vidrio llena de chicha morada.
3. Cuando a los 7 o 8 años jugaba con unos pollitos que teníamos en mi casa y literalmente decapité a uno de ellos al cerrar la puerta en un mal momento. Me puse a llorar todo un dia por eso en un rincón de mi casa.
4. Cuando vi a mi padre barrer el patio de mi casa el día en que murió, el 27 de julio de 1987.
5. Cuando en 1989 recibi una medalla por quedar segundo en un concurso de matemáticas delante de todos los alumnos de cierto colegio nacional y de manos del profesor de Educación Física más desalmado que ha existido, el loco Peralta. Encima este tío me dio un abrazo.
6. Cuando caminé tembloroso e inseguro a mi primera clase universitaria, el 23 de agosto de 1993.
7. Cuando mi facultad quedó en tinieblas para que no hubiera clases y una enorme mancha de aliancistas pudiera celebrar el campeonato de su equipo luego de 18 años, en noviembre de 1997. (esto nadie me lo cree, se parece a la historia de los miles de fusilados de "Cien años de Soledad").
8. Cuando aparecí en medio de Huaycán, luego de chapar las combis equivocadas después de una huasca universitaria, en 1999 creo.
9. Cuando vi en su ataúd a mi promoción Mayito, en octubre del 2000.
10. Cuando salía derrotado de la universidad (o mejor dicho derrotado por la universidad), y me quedé sentado en una banca por una hora sin saber qué hacer, el 12 de julio de 2005.

La vida es una suma de momentos, de todo tipo, pero hay algunos que te dejan marcado. Y eso que me estoy guardando otros para ser contados en otra ocasión. ¿Me alcanzará el tiempo para ello?

Thursday, September 21, 2006

Coplas a la muerte del padre de Jorge

En 1990, yo todavía estaba en un colegio nacional cuyo nombre no quiero recordar y no es el glorioso colegio en el que terminé. Estaba en tercer año de media y en el curso de Literatura debíamos ver Literatura Española. No recuerdo quién me enseñó el curso, solo sé que era una mujer y que dictaba sus clases con muy poco entusiasmo, como si no le quedara otra cosa que hacer.
De mis compañeros de clase, mejor no hablemos. Con escasas excepciones eran unos maleantes en potencia y gozaban haciéndome la vida imposible. Me pedían que les haga la tarea, que los deje copiar en los exámenes, que les invitara algo en el recreo, en fin. Y eso que era el brigadier del salón.
En ese año debi tener mi primera noción sobre autores como Cervantes, Garcilaso de la Vega (no el Inca por si acaso), quien quiera que haya escrito el Cid Campeador o el Lazarillo de Tormes. Pero hubo una lectura que me dejó pasmado hasta el día de hoy.
Suelo decir que si me preguntan por una canción, menciono sin dudar Todo tiene su final de Héctor Lavoe. Sé que es muy triste, pero me siento muy identificada con ella por varias razones. Pero nunca me han preguntado por un poema. La respuesta es esta:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.

He copiado el texto original de la primera estrofa, tal como don Jorge Manrique escribió el poema en 1477, luego que muriera su padre, don Rodrigo Manrique. Dichoso él, donde quiera que esté, porque el poema que escribió su hijo constituye el mejor recuerdo que persona alguna quisiera tener luego de morir.
Ha pasado tanto tiempo, y todavía esas palabras tienen vigencia. ¿O acaso los mejores placeres no vienen aparejados con grandes sufrimientos? ¿Y no siempre añoramos mejores épocas que alguna vez tuvimos o creímos tener? ...
Los invito a leer, o releer el texto completo del poema (versión original), que es fácilmente accesible por Internet.
Estoy tentado a escribir un comentario específico por cada estrofa del poema, no sé si en este blog o en otro ad hoc. Veremos.
Pero es bueno saber que el poder de la palabra permite crear expresiones tan bacanes como ésa. Ojo, el texto del poema parece medio depre, lo sé, pero igual se pueden rescatar cosas positivas. Total, ¿no dicen que la vida es parte de la muerte? ¿O es al revés?