Wednesday, September 27, 2006

El efecto Borrero

Hoy es noticia un hecho que curiosamente refleja una situación en la que he estado antes varias veces, por eso es el tema de este post. Y, considerando lo que conté antes sobre mi pata Baquerizo, bien puedo derivar un nuevo "efecto" a partir de este caso.
Como ustedes saben, la periodista Karina Borrero ha sido despedida de TV Perú (¿qué, ya nadie se acuerda que durante el primer gobierno aprista el canal estatal tuvo el mismo nombre?), por haber declarado ayer que no estaba dispuesta a trabajar para un canal "sobón" y no entendía el porqué cortaban algunas transmisiones para dar paso a eventos presidenciales, etc., etc.
Mi intención no es tratar el fondo del tema, esto es, decir si el benemétito canal 7 es así o asá, si está mejor o peor que antes, en fin. Mejor los invito a que prendan su tele, lo sintonizen en ese canal, miren un rato y saquen sus propias conclusiones.
Lo que quiero rescatar es el hecho en si: ¿Es válido cuestionar con crudeza algo o alguien a lo cual, en principio debe ser uno leal? (ya sea por razones laborales, sentimentales, amicales, gremiales...).
La pregunta la hago porque acabo de chequear el foro de opinión que el Diario "El Comercio" ha abierto sobre el tema y he encontrado dos posiciones contrarias respecto al caso de K. Borrero:

a) es una injusticia porque no le han permitido expresar su opinión.
b) está bien porque ha actuado con deslealtad y ha "mordido la mano que le daba de comer" (como dicen por ahí).

Les soy franco, solamente esperaba encontrar respuestas en uno de los dos sentidos (adivinen cuál). Pero nuestra querida opinión pública virtual me ha vuelto a sorprender.
¿Ustedes que piensan? Ojo que este caso puede replicarse en muchos escenarios (algunos de los cuales ya viví, como he dicho antes): el alumno o profesor universitario que quiere cuestionar el lado negativo de su universidad, el hijo que advierte una posición intransigente de sus padres, el enamorado que está insatisfecho con el carácter de su pareja, y un larguísimo etcétera. En todos y cada uno de estos casos se presenta el mismo dilema: ¿digo lo que pienso o me lo reservo en aras de mi lealtad?
Quienes me conocen saben que lo que más bronca me da es la traición. Es decir, lo opuesto a ser leal. Pero ser leal no quiere decir ser ciego frente a los errores o problemas que puede tener el objeto de tu lealtad. Total, somos seres humanos, y podemos actuar mal, muy mal.
Entonces, luego de la traición, lo que me revienta más es la intolerancia. Toda persona o institución humana debe tener el suficiente criterio para aceptar todo tipo de críticas, no sólo aquellas que les lanzen otros, sino particularmente las que vengan desde dentro.
Evidentemente hay una condición: la crítica no puede ser "en caliente", como una reacción a algo que no nos gustó. Si le pedimos el suficiente criterio a otros para aceptar las críticas o cuestionamientos, debemos tener el mismo criterio para saberlas hacer. Reciprocidad, que le dicen. Esto aplica para todo ámbito, dsde la casa hasta tu chamba.
Desde aquí, las gracias a Karina Borrero por su insospechada colaboración con este blog. Y, claro, ya la veremos muy pronto otra vez por la tele, ¿no?

Saturday, September 23, 2006

Flashback

Acabo de decirle a alguien que hay un momento del día de hoy que creo recordaré por siempre. Esta madrugada he regresado a mi casa desde San Isidro en medio de un frio de la patada. Suelo circular de noche por la ciudad y no recuerdo que haya sentido tanto frío como hoy. Al menos no en Lima.
Quizá haya sido algo psicológico, pero tengo fija en mi cabeza la imagen de mí mismo chapando un taxi tiritando de frio y luego congelándome en dicho taxi.
No sé a ustedes, pero hay ciertos momentos en mi vida que han quedado tan grabados en mi memoria que puedo vivirlos (o sufrirlos) de nuevo hasta ahora. A veces a propósito, otras veces sin quererlo. Solamente voy a mencionar 10:

1. Cuando era chiquito (1 o 2 años) y me caí de la batea donde me estaban bañando. El problema que la batea estaba sobre una mesa. No sé como no me pasó nada grave, pero recuerdo que mi madre apareció rápido. Es el recuerdo más antiguo que tengo, a propósito.
2. Cuando a los 4 o 5 años abri la refri y dejé caer por accidente una enorme jarra de vidrio llena de chicha morada.
3. Cuando a los 7 o 8 años jugaba con unos pollitos que teníamos en mi casa y literalmente decapité a uno de ellos al cerrar la puerta en un mal momento. Me puse a llorar todo un dia por eso en un rincón de mi casa.
4. Cuando vi a mi padre barrer el patio de mi casa el día en que murió, el 27 de julio de 1987.
5. Cuando en 1989 recibi una medalla por quedar segundo en un concurso de matemáticas delante de todos los alumnos de cierto colegio nacional y de manos del profesor de Educación Física más desalmado que ha existido, el loco Peralta. Encima este tío me dio un abrazo.
6. Cuando caminé tembloroso e inseguro a mi primera clase universitaria, el 23 de agosto de 1993.
7. Cuando mi facultad quedó en tinieblas para que no hubiera clases y una enorme mancha de aliancistas pudiera celebrar el campeonato de su equipo luego de 18 años, en noviembre de 1997. (esto nadie me lo cree, se parece a la historia de los miles de fusilados de "Cien años de Soledad").
8. Cuando aparecí en medio de Huaycán, luego de chapar las combis equivocadas después de una huasca universitaria, en 1999 creo.
9. Cuando vi en su ataúd a mi promoción Mayito, en octubre del 2000.
10. Cuando salía derrotado de la universidad (o mejor dicho derrotado por la universidad), y me quedé sentado en una banca por una hora sin saber qué hacer, el 12 de julio de 2005.

La vida es una suma de momentos, de todo tipo, pero hay algunos que te dejan marcado. Y eso que me estoy guardando otros para ser contados en otra ocasión. ¿Me alcanzará el tiempo para ello?

Thursday, September 21, 2006

Coplas a la muerte del padre de Jorge

En 1990, yo todavía estaba en un colegio nacional cuyo nombre no quiero recordar y no es el glorioso colegio en el que terminé. Estaba en tercer año de media y en el curso de Literatura debíamos ver Literatura Española. No recuerdo quién me enseñó el curso, solo sé que era una mujer y que dictaba sus clases con muy poco entusiasmo, como si no le quedara otra cosa que hacer.
De mis compañeros de clase, mejor no hablemos. Con escasas excepciones eran unos maleantes en potencia y gozaban haciéndome la vida imposible. Me pedían que les haga la tarea, que los deje copiar en los exámenes, que les invitara algo en el recreo, en fin. Y eso que era el brigadier del salón.
En ese año debi tener mi primera noción sobre autores como Cervantes, Garcilaso de la Vega (no el Inca por si acaso), quien quiera que haya escrito el Cid Campeador o el Lazarillo de Tormes. Pero hubo una lectura que me dejó pasmado hasta el día de hoy.
Suelo decir que si me preguntan por una canción, menciono sin dudar Todo tiene su final de Héctor Lavoe. Sé que es muy triste, pero me siento muy identificada con ella por varias razones. Pero nunca me han preguntado por un poema. La respuesta es esta:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.

He copiado el texto original de la primera estrofa, tal como don Jorge Manrique escribió el poema en 1477, luego que muriera su padre, don Rodrigo Manrique. Dichoso él, donde quiera que esté, porque el poema que escribió su hijo constituye el mejor recuerdo que persona alguna quisiera tener luego de morir.
Ha pasado tanto tiempo, y todavía esas palabras tienen vigencia. ¿O acaso los mejores placeres no vienen aparejados con grandes sufrimientos? ¿Y no siempre añoramos mejores épocas que alguna vez tuvimos o creímos tener? ...
Los invito a leer, o releer el texto completo del poema (versión original), que es fácilmente accesible por Internet.
Estoy tentado a escribir un comentario específico por cada estrofa del poema, no sé si en este blog o en otro ad hoc. Veremos.
Pero es bueno saber que el poder de la palabra permite crear expresiones tan bacanes como ésa. Ojo, el texto del poema parece medio depre, lo sé, pero igual se pueden rescatar cosas positivas. Total, ¿no dicen que la vida es parte de la muerte? ¿O es al revés?

Tuesday, September 19, 2006

Buen comienzo, mal final (Primera parte)

1993. ¿Qué podía perder? Bueno, quizá los 100 o 150 soles que costó el examen. Pero quería entrar allí. Había visto por la tele sus instalaciones y quedé maravillado. También conocía de su enorme trayectoria y prestigio. Hacia apenas un año había cumplido sus bodas de diamante, por lo que hubo mucha difusión de su historia y actividades. Qué podía hacer, estaba entusiasmado.
Me enfrentaba a otros miles de jóvenes para un puñado de vacantes. Era la epoca en que el examen era para marcar y no era necesario demostrar algun talento para entrar.
Como había sido primer puesto de mi colegio, di el examen solo con otras 50 o 60 puntas, separado del resto de gente. Habían 10 vacantes para nosotros, siempre y cuando superásemos al que hubiese ingresado en último lugar en el examen general.
El día del examen (sábado 07 de agosto de 2003), me vi rodeado de primeros puestos de colegios con nombre impronunciable, en los cuales nunca hubiera podido estar. Yo era egresado de un colegio nacional, con cinco meses en una academía. No la hacía. Entonces me dije: "bueno, al menos sabré como es un examen real y no me guiaré solamente por simulacros".
Di el examen y me fui a mi casa. Mi madre acababa de salir del hospital. No estaba como para regresar y ver mi resultado ese mismo día, en medido de botellas de cerveza y huevos rotos. Además. ¿para qué iba a ir si sabía que no iba a ingresar?
Sin embargo, esa noche no pude dormir. Me desperté el domingo con ganas de ir a ver al menos qué puntaje hice. Tomé el carro equivocado y tuve que caminar 20 cuadras para llegar.
Llegué. Evité ver mi resultado primero, ví otros paneles. Al final busqué mi nombre y...
Lo había logrado. No tenía nadie con quien celebrar, me guardé mi alegría para mi casa. Pero me asaltaba un enorme temor: ¿y ahora? No conocía prácticamente a nadie adentro. ¿Cómo iba a hacer para sobrevivir en ese mounstruo académico?

...

2005. Me llaman a mi celular. Sí, su secretaria me dijo que quería hablar conmigo. Fui a su oficina, que él acababa de estrenar hacía menos de dos semanas. Había estado en esa misma oficina una o dos veces, pero cuando sus dueños eran otros.
Me hicieron esperar. Algo no andaba bien, me dije. Entró primero la segunda a cargo, quien también tenía oficina nueva en el piso superior.
Luego de unos instantes entré yo. Al comienzo hablo él. Dijo que alguien alegaba que yo había hecho algo mal. Me defendí. Acepté lo que era verdad y negué lo que era mentira. No me creyeron. Por ello, me sancionaron sin debido proceso. Solamente por un rumor. Un rumor difundido por alguien que prefirió acusarme ante otros que enfrentarme directamente. Alguien que creí que podía ser mi amigo.
Me dijeron que debía irme por un tiempo. No hubo ningún papel de por medio, "es lo mejor para tí" dijeron. Qué tonto fui. Caí en su juego, porque luego ya no tuve como hacer valer mi derecho al honor.
Yo insinúe que el alejamiento en realidad era permanente. Ella se ofendió. Les dí la mano y me fui.
Entré en shock. Evidentemente, ellos no se dieron cuenta del tremendo daño que cometieron.
Lo peor es que, de alguna forma, otros supieron qué me habia pasado, pero en versiones cada vez más y más distorsionadas. Claro, no estaba allí para defenderme. Y hasta ahora siguen circulando estupideces.
¿Quién o quiénes dieron origen a estas versiones? Para mi, la respuesta es evidente.

...

2006. Sigo fuera. Tenía razon. Pero no tengo ningún interés en regresar.

Monday, September 18, 2006

Los amigos que (creo) perdí

Me he basado en el título de una novela (de Jaime Bayly, creo) para hablar esta vez no de un fragmento o retazo de mi vida (que es la intención del blog, si no se han dado cuenta), sino de una circunstancia constante en la misma: que parezco un mal amigo. Ojo, solamente lo parezco, pero no lo soy.
En primer lugar, debo adveritr al lector atento que estoy utilizando el término "amigo" en sentido genérico. Sé que hay verdaderos amigos (es decir, son como tus hermanos, aunque esa expresión se usa tantas veces que ya casi ha perdido su verdadero valor) y otros que son realidad son únicamente tus compañeros de colegio, chamba, barrio o chupeta. Pero de eso ya hablaré otro día, lo prometo.
Veamos: no tengo, como muchos de ustedes, amigos desde la infancia. He tenido amigos "por etapas", es decir, que he ido conociendo conforme he ido creciendo y que luego he dejado de ver.
Muchos piensan que soy ingrato. Casi no suelo ir a reeencuentros, reuniones, baby showers, despedidas, matrimonios (eso si que es serio), en fin, a cuanta circunstancia permita la reunión con mis amigos de una determinada "etapa".
¿Por qué no voy? Bueno, les seré franco. A veces es porque realmente ha surgido un inconveniente de última hora. Pero otras es simplemente por flojera o, lo que es peor, no me entusiasma ir...
(Ya veo los ceños fruncidos de varios de mís patas. Dejenme terminar la explicación, pues...)
Quienes me conocen bien saben que soy una persona sencilla, a veces demasiado. Sé que no es bueno que yo mismo señale mis supuestas virtudes, pero en realidad creo que esta sí me caracteriza.
Por ello, no me agradan las fiestas sofisticadas, ni los conciertos, ni las discotecas, ni las reuniones en donde se deba guardar alguna formalidad. En serio. En ese sentido, creo que soy medio anti-social o introvertido, ustedes escojan la palabra más adecuada.
Yo siempre me he considerado más "campechano", de barrio. Fíjense, prefiero plantarme en la puerta de mi casa o en una esquina a conversar (a veces con un trago de por medio, si se puede).
Lo irónico es que algunos de mis patas creen que soy sobrado por no ir a reuniones. grupales. Nada más lejos de la verdad.
Por ello, cada vez que puedo, llamo por teléfono o escribo un mensaje a alguno de ellos por separado para saludarlo y conversar. Muchas veces les digo que debemos reunirnos pronto, y a veces doy la sorpresa y en verdad los llego a ver.
No digo que sigan mi ejemplo, por favor. Pero el ser así tiene, después de todo, una pequeña ventaja: que cuando uno de tus amigo te llama sabes con certeza que no es simplemente por cumplir, ver cuando es la siguiente reunión o matar el tiempo; sino que es por uno de dos motivos: o te quiere pedir un favor o realmente se preocupa por tí y quieres saber cómo estás. Claro que a veces ambas cosas van juntas pero, qué se le va a hacer, la vida es así y los amigos también.

Thursday, September 14, 2006

¿Te acuerdas, Mayito?

Habla compadre. Si alguien no podrá leer nunca este mensaje eres tu, pero igual lo escribo.
¿Qué ha sido de tu vida? La última vez que pudimos convesar fue hace seis años, si pues, justo cuando reventó el chupo del video Kouri-Montesinos. Cuando se hizo evidente lo que era un secreto a voces: corrupción, coima, traición. De hecho, tu sábías más que yo: eras todo un suboficial de la Marina de Guerra (perdón, Oficinal de Mar 2da.) y conocías bien algunos de esos entripados. Yo era simplemente un estudiante de Derecho de la PUCP influenciado con toda la onda anti-dictadura, que luego se volvió anti-militarista, pregonada a voz en cuello por ilustres personajes de mi universidad, a quienes nunca imaginé que iban a acabar llamándolos como ese aperitivo hecho a base de no sé qué pescado y que aparece en los banquetes fichos, ¿sabes cuál es, no? (menos mal que acabé alejandome de ellos, choche).
En fin, habia mucho de que hablar, causa. Quedamos para conversar otro día, total, tu casa quedaba a tres cuadras de la mía y siempre caía por ahi para tirar un par de chelas, comer algo o simplemente conversar.
Un mes después hacian una pollada en tu casa, como ocurría casi todos los meses. Me pasaron la voz y estuve cerca de ir. Pero, estando solamente a media cuadra de tu casa, decidí no ir para no fallar al viejo de un pata de la PUCP, que celebraba su cumpleaños ese día.
Craso error. Hasta ahora tengo en mi cabeza una imagen de mi mismo parado en esa esquina. ¿Por qué no me animé a ir, aunque sea un rato?
De hecho te hubiera encontrado. De hecho hubiéramos conversado, tragos van y vienen. Quizá hasta me hubieras contado por qué te sentías preocupado, por qué te alejaste de los demás, por qué te fuiste a tu cuarto, por qué agarraste tu correa, por qué...
No sigo, porque el final ya lo sabes. Yo me enteré al día siguiente, medio resaqueado.Fui a tu casa, te espere, llegaste, te ví, pero ya no podías hablarme ni hacrme una señal. Hasta ahora.
Hermano, debes saber que durante mucho tiempo me jodía a mi mismo pensando que pude haber hecho algo para evitar todo eso. Ahora me doy cuenta que era inevitable.
Al menos sé que me estás cuidando, y mucho, porque de lo contrario hace rato te hubiera acompañado.
Bueno, promoción, te dejo. No quiero que piensen que vivo en el pasado. Pero sí quiero que sepan que es mejor decir o gritar las cosas cuando es posible decirlas y no guardarlas para uno mismo. Creo que tengo razon, ¿no?

Wednesday, September 13, 2006

Érase un hombre de marrón vestido

Por diversas circunstancias de la vida, que algunos ya saben y otros todavía no, he conocido a muchas personas vinculadas a las actividad de seguridad privada. Sí, me refiero a quienes muchos llaman "guachimanes", "marrones" o cosas peores, y que yo prefiero llamarlos "agentes de vigilancia particular" o AVPs, porque esa es su denominación oficial y (al igual que todos nosotros) merecen consideración y respecto.
He conocido todo tipo de AVPs. Algunos inclusive son mis amigos hasta el sol de hoy (como diría Don Omar, aunque hoy el sol no está por ningún lado), otros nunca lo fueron o creí que lo eran...
Debo confesar que muchas veces he preferido conversar o intercambiar ideas con ellos que con ciertos compañeros de estudio o de trabajo, quienes siempre me han maleteado por ello, creyendo que por el hecho de ser abogado y tener un cartón en la vida no podía "rebajarme" a su nivel. Tremenda estupidez, por cierto.
Hoy hablaré de un AVP en particular, a quien sigo considerando mi amigo, a pesar que se encuentra muy lejos de aquí. Este pata fue un muy buen alumno en su colegio, por lo que en algún momento pensó que iba a estudiar Medicina. Sin embargo, como suele suceder, la calle, los patas y la juerga se metieron a su vida tanto que él mismo decidió presentarse como voluntario a la Marina. Allí, su carácter se volvió más recio y duro, pero no perdió la inteligencia y agudeza de su niñez.
Al salir de su servicio militar, este pata tuvo que asumir gran parte del peso de su familia: madre y hermanos menores. Hacía tiempo que su padre ya no formaba parte de esta historia y sus hermanos mayores ya tenían sus propias familias.
Nunca volvió a estudiar. Chambeó haciendo de todo, hasta que acabó como AVP.
Así lo conocí. Era todo un loco, de hecho así le decían todos. Tenía varias actitudes que reflejaban su locura, como irse trotando desde su jato (SJL) hasta su chamba (Jesús María) y regresarse igual si podía, curar una resaca haciendo ejercicios en lugar de jatear, tomar trago corto puro a vaso lleno, leer textos literarios o científicos para ver después películas de acción con Van Damme o Steven Seagal a la cabeza, en fin.
Pero siempre se ha portado como un loco bueno y buen pata (a pesar que por cierto malentendido etílico no me habló en dos meses y casi me busca la bronca). Siempre estaba dispuesto a aconsejarme y a levantarme la moral cuando andaba bajoneado, cosa que me pasa a cada rato.
Hace casi un año me dijo que, siguiendo la idea de algunos de sus compañeros, se iba a ir a Irak a chambear, para tener más billete con que contribuir a su familia. Yo le aconsejé que no lo hiciera, parecía muy arriesgado. Como se pueden imaginar, agarró sus cosas, siguió un cursito de dos semanas y se fué.
Sigue allá. Su contrato termina en un mes, pero quiere quedarse otro año más. Cada vez que me lo encuentro por messenger o las pocas veces que me ha llamado le pregunto por su situación, si todo lo que se dice por acá es verdad o no. Nunca me ma respondido eso, prefiere hablarme de otras cosas, creo que la empresa que lo contrató lo chuponea o algo así.
Lo que sí he notado es una cierta tristeza en sus palabras (escritas o habladas), algo que no deja de preocuparme. El loco es un pata recio que no le tiene miedo a nada, pero todos tenemos un límite. Ojalá que no haya llegado a su límite.
Sin embargo, no es necesario irse a Irak para sentir una fuerte presión y estar "al borde". Soy el primero en saberlo. Lo triste es que en medio de tu vida cotidiana, en donde supuestamente deberías sentirte seguro porque es terreno conocido, por dentro te sientas como un forastero, con ganas de salir de ahi y de quitarte ese gran peso que te oprime la conciencia. ¿Qué es lo más irónico de todo eso? Que quienes físicamente están cerca de ti no se dan (o no se quieren dar) cuenta de tu situación. Quizá alguien que esté más lejos te pueda ayudar más.
Se supone que el loco vendrá unos días de vacaciones antes de fin de año. Espero que sea así. Lo estoy esperando con una chata de ron que compartiré con gusto. Hay muchas cosas que debo contarle.

Thursday, September 07, 2006

El efecto Baquerizo

César Baquerizo Correa (nombre 100% verdadero, por cierto) fue el abanderado de la escolta 1990 del Colegio Nacional de Varones de Surquillo, el mismo en el que hice mi 5to. año de secundaria (Ver post 1992. Por cierto recién caigo en la cuenta que hablé un montón de ese año y no mencioné el nombre de mi glorioso colegio. Olvido imperdonable).
Si bien en 1990 no estaba en ese colegio, conocí bastante bien a César. En 1992 era instructor de la escolta que integraban varios de mis patas del salon donde estaba.
Debo decir que en esa época estar en la escolta era un gran orgullo para un alumno de un colegio como el mío. Y es que habìa que tener una buena condición física y don de mando para integrarla y poder desfilar representando al colegio en cuanto acto cìvico-patriótico hubiese, incluyendo los aniversarios de otros colegios. Hasta habían concursos y se entregaban premios (medallas o gallardetes). Eso hacìa que hubiese una fuerte competencia entre escoltas, agravada por las clásicas rivalidades entre determinados colegios.
La escolta 1990 consiguió muchos premios para el colegio, bajo la batuta de César. Por ello, cuando en 1992 era instructor, fue extremadamente exigente con la escolta de ese año, en la que estaba (la verdad ante todo) la gente más pendeja y guerrera del colegio, salvo el propio abanderado, quien era una persona muy juiciosa y poco bronquera, pero que se entendía muy bien con los demás.
Las escoltas no se limitaban a desfilar y punto. Tenían que hacer "evoluciones" (leáse acrobacias) con los fusiles de madera que llevaban. Y esto iba acompañado con rugidos y gritos ad hoc para hacer más solemne y militar el asunto. Si no tienen idea de lo que estoy hablando, piensen en lo que hacen los que desfilan en la Parada Militar luego que pasan ante el estrado oficial.
El caso es que para hacer todo eso, se requería muchos ensayos y harta coordinaciòn para que el asunto quedara bacán. Un paso mal sincronizado, un rugido fuera de lugar, un movimiento tambaleante o (lo peor) dejar caer el fusil, echaba por tierra todo el esfuerzo que se hubiera realizado en una presentaciòn de la escolta.
Y aqui viene la explicación del título: A pesar que la escolta 1992 obtuvo muchos reconocimientos y victorias (con historias que dan para un blog entero), César siempre, pero siempre, vio algún defecto en la escolta. A pesar que para los demás la escolta estuvo sobresaliente, fenomenal, etc., etc; el ojo experto de César siempre encontraba alguna falla o algún ligero traspies. Y lo machacaba una y otra vez a los de la escolta, a pesar del triunfo que se haya obtenido. Ya se imaginarán como se ponía cuando por culpa de ese error se perdía la competencia.
A partir de entonces, cada vez que veo que alguien le pone reparos a un buen o excelente trabajo, sólo por errores imperceptibles para el ojo común y corriente, pero notorios para el ojo experto, y encima jode por eso, digo que sufre "el efecto Baquerizo". Es más frecuente de lo que ustedes creen, sino piensen en sus jefes (sobre todo si son abogados)...
(P.D. Si he mencionado el nombre completo del creador del efecto, también debo mencionar al primero que lo sufrió. El abanderado de la escolta 1992 fue Edgar Luis Medina Bravo. De nada, señor).

Wednesday, September 06, 2006

Al fondo entran cuatro

En 1995 era un estudiante más de Estudios Generales Letras en la PUCP. Para quienes no conozcan el asunto, los Estudios Generales son como una "pre-facultad", en donde llevas cursos de todo tipo antes de estudiar la carrera que hayas elegido.
Justamente ya venía de hacer un cambio de carrera... antes de llegar a la facultad. Me inscribí en Historia, para luego irme a Psicología. Vaya cambio, ¿no? Pero llevé un curso de Psicología muy bueno, obtuve 20 en el examen oral final y me cambié. Que irónico, teniendo en cuenta todas las paltas existenciales que he tenido luego...
Así estaban las cosas cuando me animé a llevar el curso de Introducción a la Sociología. Me gustó tanto (otra vez) que me cambié de carrera (otra vez), para luego ingresar a la Facultad de Ciencias Sociales. Si no acabé como sociólogo fue por culpa de una crisis vocacional que ya explicaré otro día.
Una de las razones por la que el curso me gustó tanto fue por el trabajo grupal que era parte de la nota, para lo cual debíamos elegir un tema o grupo social a estudiar. Yo estaba en un grupo con mis patas, pero la mayor parte de la chamba (sobre todo al redactar el trabajo) la acabé haciendo yo... Ahora ya no haría eso, pero bueno, me gustaba tanto la sociología que no me importó en ese momento asumir esa carga.
A la hora de elegir un tema me acordé que había leído un artículo titulado "la cultura combi" o algo así. Por eso, sugerí que el trabajo fuera sobre los conductores y cobradores de combi. Mis patas aceptaron, porque parecía una chamba sencilla. Una encuesta, algunas entrevistas, un par de viajes en combi y algo de estadística eran suficientes.
Si bien ya no recuerdo mucho del contenido del trabajo, ni siquiera de la nota que obtuve, si me acuerdo bien de dos cosas: del título (que es el mismo de este post) que se me ocurrió de un momento a otro y de un viaje que hice desde Surquillo hasta Villa Alejandro, un pueblo joven de VMT. Recuerdo que mi intención era ver la forma en que chambeaban el chofer y su cobrador, y cómo se llevaban con sus pasajeros. Pagué mi pasaje y me puse en la parte de atrás. Yo les había dicho a chofer y cobrador qué estaba haciendo y me miraron con cara de bicho raro. Pero aceptaron mi presencia.
Lo que me desconcertó fue que cuando llegamos al paradero final (en medio de un arenal con algunas casas de esteras), el cobrador me miró fijamente y me dijo algo así como "no es lo mismo mirar algo que vivirlo (¿o sufrirlo?) día a día" y me dejó en medio del arenal. Asi de simple. Hasta ahora tengo la imagen de mi mismo caminando por ese arenal buscando dónde tomar otra combi para regresar a mi casa.
El cobrador no hizo mal. Tenía razón. Nunca podremos entender plenamente las ilusiones, quejas, necesidades y problemas de otros si no nos ponemos en sus zapatos, o al menos hacemos el esfuerzo. Esto no es sociológico o psicológico, es simplemente sentido común.
Por otro lado, ¿se dan cuenta cómo las mejores lecciones de vida nos las dan las personas menos esperadas? Por ello, hay que estar siempre atentos a la jugada. No vaya a ser que nos perdamos la próxima lección.

Saturday, September 02, 2006

1992

Algo que suelo decir con bastante frecuencia, es que si pudiese retroceder el tiempo volveria una y mil veces al año 1992. Y no es porque haya sido el año del V Centenario o por las Olimpiadas de Barcelona o por el autogolpe de Fujimori. Para nada.
1992 fue el año que terminé mi secundaria, en un colegio diferente al que la había comenzado. Llegue al 5to. de secundaria como alumno nuevo, al salón supuestamente más fregado y berraco del colegio. Tenía buenas notas (eso no lo puedo negar) y por eso las autoridades del colegio me dijeron que mi presencia en dicha aula iba a ser "temporal", por unos días, hasta que me asignaran vacante en otro salón más tranquilo.
Tenia 15 años. El mayor de mis compañeros tenía 22 o 23 y la mayoría superaba los 17.
Llegué palteado los primeros días de clases. En esa época no tomaba ni salía a la calle ni iba a tonear (no se rían). Pero veía como los demás si lo hacian, inclusive a la hora de la clase.
Pero nunca imaginé que ese grupo de un poco más 25 puntas con el que compartí ese año iba a convertirse en el mejor grupo de amigos y compañeros que haya tenido. Se mechaban, chupaban a mas no poder, jodían a las flacas de los colegios cercanos; pero eran muy unidos entre sí, tenían un alto sentido de la lealtad al colegio y a su gente, y no obligaban a nadie a hacer nada, como ocurrió conmigo. Inclusive me dejaban darles consejos cuando sentía que se pasaban de la raya (como cuando quemaron algunas carpetas en el mismo salón...).
Cuando las autoridades del colegio me propusieron cambiarme a otro salón (seguro pensaban que me iba a malograr), me negué rotundamente, ante su asombro y estupor. Fue una de las mejores decisiones de mi vida.
Cuando salí del colegio, pensé que iba a encontrar grupos iguales o mejores. Claro pues, iba a estudiar una carrera profesional (creo que ninguno otro de mis compañeros de 1992 lo ha logrado) , iba a trabajar, a "crecer" socialmente, en fin...
Pero, lamentablemente, han pasado 14 años y me doy cuenta que ni en la Universidad ni en ninguno de los espacios de trabajo, relajo o estudio que he tenido hasta ahora he podido encontrar un grupo tan unido y tan auténtico como el de 1992. Claro que he hecho muy buenos amigos, he conocido gente valiosa, he formado parte de entidades, departamentos, secretarías, áreas, órganos, colleras, baterías y cosas similares que han tenido cosas bastante positivas tanto a nivel individual y colectivo; pero no es igual.
Quizá esté sobreestimando a mis compañeros de la promoción 1992. Es posible. Pero cuando veo que la lealtad, la autenticidad y, sobre todo, la identificación con un grupo, son factores que no siempre están presentes o son poco valorados en mi entorno, echo mucho de menos a mi promoción.